domingo, 31 de marzo de 2013

Carta biográfica de Montse



Mi historia es de lo más común. Y no pensaba contarla, precisamente por carecer de interés. Leyendo las vuestras me doy cuenta de que lo normal para mí, y para cada uno de nosotros, no es lo mismo. Por ello, lo voy a intentar.
Nací en un barrio obrero de inmigrantes en el año 1968, cerca de unas vías de tren donde había chicos malos que se jugaban la vida cruzando cuando el tren se acercaba, poniendo monedas en la vía o aguantando la respiración hasta el borde de la asfixia. Pero esos eran los chicos malos. Yo era una buena chica que iba a misa todos los domingos y a quien no dejaban casi salir a la calle. De más mayorcita, alguna vez me escapaba, y me sentaba en el rellano con otros niños del bloque o en la parte de atrás y jugábamos a béisbol hasta que se colaba la pelota en algún balcón. No tuve muñecas, ni patines, ni bicicleta y heredaba la ropa de mis primas. Veraneaba cada año en un pueblecito de Soria que no sale en algunos mapas. Viajábamos en un Seat 127 amarillo cargado a rebosar.

En aquella época mis amigos eran los libros. Mi madre, cada tarde al salir del cole, nos traía un bocadillo con mucho pan y dos onzas de chocolate y nos llevaba a la biblioteca. Allí hacía los deberes deprisa y leía cómics, las aventuras de Tintín y la revista Cavall Fort con la que aprendí catalán. Leía y leía. Lástima que nadie me aconsejara en aquélla época qué leer...
Empecé a escribir historias románticas en mi época de instituto. Suerte que enseguida me dí cuenta de la nula calidad literaria que tenían. Así que lo abandoné. Pero seguí leyendo. Leía en francés, en inglés a la vez que estudiaba idiomas. Eso me suponía un gran esfuerzo. Tuve que dejarlo durante un tiempo ya que perdí el placer de la lectura.
Me matriculé de Filología románica el año en que hubo huelgas en la universidad. Lo lógico hubiera sido, teniendo un padre que luchó por tener una escuela pública en el barrio, que me hubiera unido a esas protestas, pero, supongo que era demasiado joven, en casa solo entraba el sueldo de mi padre y de tres hermanos yo era la mayor... Encontré trabajo y me propuse sacar la carrera trabajando. No pude. Ahorré y fui un verano a Münster a estudiar alemán. Algo impensable en mi entorno familiar. Aprovechando que estaba en Alemania quise visitar Berlín y me puse de acuerdo con un estudiante y unos amigos para ir en su coche. Mientras buscaba alojamiento unas chicas se colaron y me quedé sin vehículo así que me fui a una casa de alquiler, alquilé uno y fuimos todos. Aquél chico me dijo algo que no olvidaré: eres capaz de conseguir todo lo que te propongas. Seguí estudiando idiomas y me formé en comercio exterior y no me arrepiento de ello. Entré como telefonista y salí como export assistant. Recuerdo el día que mi jefe me presentó a su mujer con estas palabras: es una persona que se ha hecho a sí misma. Me casé y tengo una hija adolescente. Dejé esa empresa tras once años para progresar y estuve en otra tres años más. Luego caí en el paro.
Ocurrió hace nueve años, solo fueron tres meses pero no podía estarme quieta. Siempre he tenido una gran necesidad de aprender y escribir era una asignatura pendiente. Encontré en mi ciudad un primer taller de iniciación a la escritura y me apunté con los ojos cerrados. Allí conocí a una gran maestra y amiga con quien sigo aprendiendo en reuniones mensuales. Junto con otros alumnos creamos una asociación literaria sin ánimo de lucro: Un munt de mots que cada año crece y en la que participo activamente. Aunque la lengua vehicular es mayoritariamente el catalán, cada uno escribe en su lengua y se expresa como le es más fácil. Gracias a ese curso supe que SE PUEDE APRENDER A ESCRIBIR y en ello estoy desde entonces.
No sé cómo dí con el Taller 05, supongo que buscando en internet la forma de aprender más. Luego entré en Extravaganzia y en otro taller presencial. No llego a todas partes pero no dejo nada.
En los talleres he aprendido a recibir críticas. Creo que esto es lo primero que se debe aprender. Separarnos del texto y ser conscientes de que los comentarios van dirigidos al texto, no al autor. Un mismo autor puede escribir un buen texto o un mal texto o un texto mediocre o mejorable. Pero hay que estar abiertos a recibir todo tipo de comentarios.
Leyendo los comentarios de los demás también he aprendido a hacer críticas. Aquello que una vez me criticaron lo reconozco en otro texto y lo comparto. También, debo reconocer, soy una persona muy perfeccionista, por ello veo los fallos o lo mejorable antes que lo bueno. Siempre es más fácil verlo en otro texto que en uno propio. Mis propios errores no soy capaz de verlos. Por eso necesito vuestros ojos que me los muestren.

Montse Villares