viernes, 29 de marzo de 2013

Una noche de insomnio (Pedro)



 Yo nací en un pueblo del norte de Málaga. Me equivoqué, como en casi todo lo que me equivoco, porque soy impaciente. Cuando me dieron a elegir familia elegí aquella que llevaba el apellido “Conde”, es que di por hecho que el dinero y el poder iban asociados a ese título. Nunca le perdoné a mi padre que fuera pobre, y calvo, y que me dejara en herencia las dos cosas. Por esto tuvimos siempre una mala relación que solo cambió en algunos momentos para ser peor.
Tuve una infancia feliz, tremendamente feliz. Jugué y exploré olivares infinitos, bosques mediterráneos y me quedé prendado de un pequeño rincón de un arroyo que ni aparece en los mapas. El año pasado volví a aquel sitio, ya ni aparece el arroyo. No volveré más allí, me digo, al menos, con los ojos abiertos.
Siempre fui bueno con las manos. En el colegio, cuando tenía apenas once años, me pusieron un diez en un trabajo de expresión artística que ni siquiera acabé. Eso no fue impedimento para que lo pasearan por todas las clases y alabaran mis cualidades artísticas. Porque yo soy un artista; frustrado, pero artista; perdido, pero artista; malo, pero… malo, malo, malo.

Con trece años gané un torneo de ajedrez para adultos que me convirtió en el joven más prometedor de toda la historia de Villanueva de Algaidas. Y seguí prometiendo, e incumpliendo las promesas, claro. Era más fácil prometer que cumplir lo prometido. Nada que no sepáis, seguro.
Con ese espíritu mío que necesita expresarse con una necesidad próxima al ansia enfermiza, no me quedó más remedio que buscar la mejor forma de hacerlo. En el pueblo, un lugar donde son muy dados a ponerte nombres según andes, me llamaron por un tiempo “el polifacético”. Aún no me explico cómo sabían el significado de esa palabra. Intenté expresarme con la música. Aprendí a tocar la guitarra, la armónica, la flauta, el timple, la gaita, el órgano, el piano y el clarinete, pero no conseguí sacar música de ninguno de esos instrumentos. Actué varias veces y en ocasiones en algunos teatros con renombre (hasta entonces), y no saqué más que un miedo escénico que me hizo abandonar una carrera musical nada prometedora. Opté por dedicarme a la enseñanza, fue peor, tiré la toalla a los tres años. Descubrí que para enfrentarme a aquellas aulas llenas de fieras disfrazadas de niños debía tener el valor de un torero y la fuerza de un levantador de piedras, y yo siempre fui pobre, nunca tuve nada.
No me paré en la música, no, probé la fotografía, el dibujo, la prestidigitación, el teatro, los monólogos y más cosas de las que ya ni me acuerdo.
Sigo siendo bueno con las manos, eso dicen, y ahora me dedico a la artesanía, que es como la prima pobre de todas las artes. Casi ni me da para comer, pero como tengo que vigilar mi peso, pues ya llevo algo ganado.
Me independicé muy joven, desde que pude hacerlo. Aquella relación tortuosa que manteníamos mi viejo y yo me obligó a irme de casa. Ya había entrenado para hacerlo, me fugué de casa con dieciséis años. Ya siendo independiente y estando de vacaciones en casa de mis padres, mi viejo me echó otra vez. Lo nuestro estaba destinado a fracasar, todo apuntaba en esa dirección. Con los años hicimos una especie de pacto de no agresión. La enfermedad hizo que lo olvidara, y su muerte evitó que lo incumpliéramos. Será cierto eso de que todo gran héroe debe tener siempre un gran villano como antagonista en el que medir su valía, porque yo, a veces, le echo de menos. No he dicho si yo sería el héroe o el villano, me gusta pensar que lo segundo. Los chicos malos siempre tuvieron más éxito con las chicas.
Tuve mucha mala suerte con las mujeres con las que me fui encontrando por el camino, hasta ahora, que la que ha tenido mala suerte es ella, mi compañera. Ya era hora de que cambiaran las tornas. No es que me atraigan las chicas malas, mis perversiones son más simples que esa, es que siempre he sido muy tonto, y tratándose de chicas, más.
Tengo dos hijos, aunque al chico no lo hice yo. Será por eso otro de que la naturaleza es sabia porque si llegara a sumar al amor que le tengo y al orgullo que siento por él la satisfacción de que llevara mis genes… reviento. La niña ha heredado de mí eso de ir dejando todo a medias. Demostró que podría ser la mejor de las bailarinas y dejó la danza. Nos dejó boquiabiertos con sus habilidades para el piano y dejó la música, seguro que cuando me deje estupefacto con el primero de sus novios, ese lleno de pirsin y tatuajes, no sigue con la misma dinámica y hasta se casa por la iglesia; la satánica, claro.
Yo escribo porque soy pobre, que eso ya lo he dicho, ¿no? Pues eso, que como llegaban los cumpleaños de los amigos y no tenía un duro para comprarles nada, les escribía cuentos. Ya no me quedan amigos de esa etapa. Muchos se alejaron tras acordarse reiteradamente y con vehemencia de mis muertos, pero otros tuvieron la decencia de entrar en el mundo del alcohol y de otras drogas más duras. Yo utilizo lo que ellos usaron como escapatoria de nuestra amistad a modo de escusa por la que lo hicieron. ¿Se ha entendido esto? Espero que sí, porque no me gusta explicar los chistes.
He pasado por muchas etapas típicas, me arrepiento de todas, y, si me dieran la oportunidad de vivir de nuevo otra vida, volvería a pasar por cada una de ellas. He sido militar y ladrón; lo que me llevó más cerca de un juicio, curiosamente, fue lo primero. He sido un crápula de libro. Ahora ya ni lo intento, a las once de la noche estoy que me caigo. He sido empresario y asalariado; cerré empresas en cada una de esas facetas. He sido líder, borrego y siempre mentiroso. También escribo por eso, porque cuando escribes te aplauden las mentiras.
Mi padre decía que el que es oficial de muchos oficios no es maestro de ninguno. Yo cumplo con esa máxima. No hay cosa que no haya estudiado (casi siempre de forma autodidacta) y que no haya hecho siempre mal. Bueno debemos quitar el oficio de prostituto, para el que nunca tuve cuerpo; y el de adulador, porque nunca soporté la estupidez.
Y creo que debería parar. Tengo que ir a ver si le ha subido la fiebre a mi pequeña y ponerme a descansar un rato si no ha sido así. ¿Por qué creen que estoy despierto a esto hora si no es por un motivo como ese? Ya he dicho que antes de medianoche el sueño me puede, claro que… dar una razón que confirme que dije una verdad sería como dar pie a que haya dicho alguna más, y también dije que soy un mentiroso... ¿Sera verdad eso?

 Pedro Conde