viernes, 29 de marzo de 2013

Carta de presentación de Rubén



A lo mejor me apresuro y la propuesta de lo biográfico es para un próximo ejercicio. Pero discúlpenme: me motivó la propuesta, escribí de un tirón y sentí que debía colgarlo.
Soy argentino. Y colocando la lupa en el mapa, soy cordobés. Provincia mediterránea, condición por la cual tomó el nombre una Fundación que nos deparó un ministro de economía quien estuvo a punto de disgregarnos como nación. Dentro de esa provincia, focalizamos en el sur y ahí está mi lugar en el mundo, mi ser riocuartense, ciudad autosegregada, autoseparatista, que no queremos ser cordobeses. Tierra de Ranqueles, asiento de los fortines desde donde nuestros bravíos soldados emprendieron la Conquista del Desierto y acabaron con los pueblos originarios. Nuestra plaza central lleva el nombre del conquistador Roca, símbolo de la oligarquía vernácula. Este es el corazón de la pampa gringa, bunker de la patria sojera, asiento de la Sociedad Rural. Ciudad que, a pesar de todo, va recuperando su memoria.
Aquí nací, con tres cuartas partes de sangre español a; el cuarto de italiana se adjudicó el apellido. Aquí crecí. Me hice mayor de edad en la Córdoba del 69 tomando la calle desde una pensión compartida con Pelo, el esposo de Mirta, la de Diamante. La figura de Agustín Tosco se confundía con Bob Dylan. Los Beatles con el Che, ya mítico. Fue ahí cuando me atropelló la historia y quedé envuelto en sus marasmos hasta hoy, abrazado al sueño de la Patria Grande Latinoamericana de Bolivar y San Martín.
Aprendí el valor de la palabra escrita en la cárcel. Ahí descubrí la metáfora. La palabra debía sortear ojos inquisidores para trasponer los muros. Y desde entonces, ando enredado en libros y borroneos.
Luego vinieron hijos, media docena; nietos, ya perdí la cuenta. Adentrado en los sesenta, conservo intactos los sueños setentistas, por la memoria, la verdad y la justicia; convivo con la literatura, mi pan cotidiano; soy cerocinco desde el siglo pasado, con Mejuto, Carlos, Carles, Merche, Daniel, Pilar, el profe Eduardo, Tere… cuántos, cuántos amigos virtuales. Los leo siempre, aprendo siempre, a veces comento, de vez en cuando cuelgo un texto; y juego al fútbol inexorablemente, todos los sábados. Sobreviví con la serigrafía. Ahora en el jubileo, con una familia extendida , cultivando amigos, enamorado de mi casa en las serranías de Achiras, tratando de honrar la vida.

Rubén